jueves, 20 de septiembre de 2007

El Peso de la Sensibilidad

VER además de Mirar.
Sentir el umbral de la materia.

Llegar al núcleo de las cosas...como si un magnetismo llevase a ello.
Atrapados Allí, donde se esconde lo inasible.
Allí, donde por una cara percibimos cierto don o destello y por la cruz somos objeto de terrible sentimiento humano, tal vez trágico: sufrible, llevadero.
Es el peso de la sensibilidad.
Que no discrimina sexos. Que nos hace vulnerables, probablemente callados, supuestamente un poco más atentos y otro tanto... aprendices.

Cambio de aires y el tiempo me hace su reverencia.
Penetro hasta la última percepción.
Momentos dichosos a través de un intercambio de realidades, realidades cotidianas y en tanto en cuando originales.
Y que circunstancialmente en mayor o menor medida, tengo el poder de modelar a mi antojo.
Hoy es un día que no será otro nunca jamás.
Un día lleno de olor a jazmín. Con acento distinto. Con lengua distinta. Con calles distintas y parques lánguidos casi otoñales
Nubes que dejan caer sutiles notas de lluvia. En la misma onda de invisibilidades, de música animista y paz modulante.
Una tarde gris... de las infiltradas en el corazón.
Mi estado: parcialmente cansado-recreado.
Pulso gramos de una claridad vibrante.
Hablo del lenguaje trascendente.
Hablo de lo que cojo de la tienda y trastienda de la vida y sus compartimentos: los elevados y los subyacentes bajo la etiqueta de sensibilidad.
Solo es una ligera sensación involuntaria y que nos acompañará a bien seguro: siempre.

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