Sin Título

Oir a Shostakovich es un camino a divagaciones trascendentales. Probablemente sea la búsqueda a respuestas imposibles. Hoy quisiera tener cuatro oídos y doble corazón. Y apretar los dientes en un profundo acto de vacío. Hoy quisiera deambular con los ojos abiertos al absurdo. Es una prueba contundente de vida. A veces, hay momentos de absoluta reverencia al misterioso ser que habita... Y lo abstracto, se hace diáfano, como una mirada elemental de precipicios. Nadie dice: noto la rabia de las sombras. O la arrítmia de los relojes cuando cae el telón del sueño. Nadie o sólo unos pocos se atreven a fijarse en la mutilación de dios y a deconstruir su belleza. Lo demás puede ser fácil. Sólo quiero permanecer muda unos instantes. Quién dirá en nuestros oídos: abrazarte es como sostener apretadamente un ramo de flores , y que el pensamiento, las esparce, igual que un pizzicatto contrapuntístico a los cuerpos. Necesito caminar por Shostakovich un poco más. A partir de aquí, la palabra me reconduce a la soledad pura del silencio. Donde quedaré envuelta en frágiles contornos para el trazado de otros.
Miraré entre los dedos esa dura guerra del infinito. Que es la tragedia de los valses diarios.
La muerte artificial y artificiosa que pasa de largo como una colmena sacudida delante de los ojos.

Un dos tres
Un dos tres.
Un
dos
tres.

...
Silencio.

Y Ruidos...